Un número cada vez mayor de personas está optando por abstenerse de la inteligencia artificial (IA) generativa (sistemas como ChatGPT y generadores de imágenes) por razones éticas, ambientales e incluso cognitivas. Este movimiento, apodado por algunos “veganos de IA”, refleja ansiedades más profundas sobre la rápida integración de la IA en la vida diaria y sus posibles consecuencias.
Las preocupaciones éticas: robo, explotación y consentimiento
El argumento central contra la IA generativa se centra en su dependencia de vastos conjuntos de datos extraídos de trabajos creativos existentes. Muchos artistas, escritores y músicos sienten que se explota su propiedad intelectual sin consentimiento. Como dijo una artista checa, Bella, usar la IA se siente como una “traición” después de años de perfeccionar sus habilidades.
La ética se extiende más allá del derecho de autor. Marc, un español abstinente de la IA, enmarca la IA generativa como una herramienta para la “explotación de los trabajadores”, argumentando que perpetúa los sistemas capitalistas a expensas de la creatividad humana. Estas preocupaciones no son infundadas: la formación de modelos de IA a menudo depende de etiquetadores de datos mal pagados, particularmente en países como Kenia, lo que plantea dudas sobre las prácticas laborales justas.
Impacto ambiental: un costo oculto
Más allá de las implicaciones morales, la IA generativa tiene una huella ambiental significativa. Incluso una breve conversación con ChatGPT puede consumir el equivalente a una botella de agua, según un estudio de 2023. Esta demanda de energía se suma a la ya sustancial huella de carbono de los centros de datos, lo que hace que la IA sea menos sostenible de lo que muchos creen.
Efectos cognitivos: dependencia y disminución del pensamiento
Las investigaciones emergentes sugieren que la IA también podría dañar el desarrollo cognitivo. Un estudio reciente del MIT encontró que los participantes que usaron ChatGPT para escribir ensayos demostraron una menor participación cerebral y tuvieron dificultades para recordar su propio trabajo. Nataliya Kosmyna, coautora del estudio, advierte que esto podría erosionar la propiedad de las ideas y comprometer el desempeño en situaciones de alto riesgo.
Esta dependencia de la IA para obtener soluciones rápidas genera temores sobre la disminución de las habilidades de pensamiento crítico. A Lucy, otra abstencionista de la IA, le preocupa que los chatbots refuercen ideas delirantes al proporcionar una validación constante, lo que podría exacerbar los problemas sociales existentes.
Los desafíos de la abstinencia
Evitar la IA es cada vez más difícil a medida que impregna los lugares de trabajo, las escuelas y las redes sociales. Marc, exprofesional de ciberseguridad de la IA, describe la presión para utilizarla en la universidad y la “adicción a la simplificación” entre los miembros de su familia. Lucy enfrenta desafíos similares en su pasantía de diseño gráfico, donde los clientes exigen contenido generado por IA a pesar de sus fallas.
El futuro de la IA: regulación frente a prohibición
Para algunos, como Marc, la solución es la prohibición total. Otros abogan por regulaciones más estrictas que prioricen el abastecimiento ético y las prácticas laborales justas. Kosmyna cree que la IA generativa debería prohibirse para los menores y no imponerse a los estudiantes en entornos educativos.
En última instancia, el movimiento “vegano de IA” destaca la necesidad de una consideración cuidadosa de los impactos sociales de la IA. Mientras algunos ven sus beneficios potenciales, otros optan por abstenerse, argumentando que los costos superan la conveniencia.
El mensaje central es claro: el asombro ante la realidad sigue siendo incomparable. La novedad de la IA desaparece, dejando atrás un claro recordatorio de que la creatividad humana y el pensamiento crítico son irremplazables.




















































