Las cenas de Acción de Gracias, las reuniones familiares, los eventos en el lugar de trabajo… todos estos son caldos de cultivo perfectos para la incomodidad. Sin embargo, muchas personas tratan la incomodidad como un defecto personal, creyendo que simplemente son “malos socializando”. La filósofa Alexandra Plakias sostiene que esto es fundamentalmente erróneo: la torpeza no tiene que ver con las personas; se trata de situaciones. Surge cuando las reglas sociales tácitas se rompen, dejándonos improvisando sin un guión claro.
Plakias, autor de Torpeza: una teoría, analiza por qué estos momentos vergonzosos merecen atención filosófica y cómo podemos cambiar nuestra relación con ellos. ¿La idea central? La torpeza no es un problema de “tú”; es un problema de “nosotros”.
La ilusión de la “persona torpe”
Las personas suelen etiquetarse a sí mismas como torpes, pero esto es un diagnóstico erróneo. La torpeza ocurre cuando las interacciones carecen de señales, roles o guiones sociales claros. Algunas personas pueden tener más dificultades para leer las señales sociales, lo que genera expectativas desalineadas. Otros podrían simplemente sentirse cohibidos y analizar demasiado cada movimiento. Pero ninguno de los dos explica por qué ocurre la incomodidad.
La clave es que la culpa puede oscurecer el verdadero problema: expectativas desalineadas entre las personas. En lugar de etiquetar a alguien como incómodo, reconozca que la situación en sí misma está creando fricción.
Miedo y pertenencia: las raíces del malestar
La torpeza está estrechamente ligada a la incertidumbre. No sabes cómo te perciben los demás ni qué guión social se aplica. Esta incertidumbre se relaciona con la ansiedad social, donde la gente usa “Soy incómodo” como un descargo de responsabilidad para reducir las expectativas. Sin embargo, el miedo no siempre se trata de la incomodidad en sí, sino de crear incomodidad.
Evitamos hablar, intervenir o cuestionar las malas acciones porque tememos alterar la armonía social. Por ejemplo, después de #MeToo, algunos hombres admitieron evitar denunciar el acoso para evitar confrontaciones incómodas. Esto demuestra cómo la incomodidad puede superar las obligaciones morales. En última instancia, la incomodidad tiene que ver con la pertenencia: el miedo a ser percibido como quien “lo hizo raro”.
Vergüenza versus torpeza: el momento importa
La vergüenza se diferencia de la incomodidad en un aspecto clave: el momento oportuno. La incomodidad ocurre en el momento, cuando estás luchando por navegar una interacción. La vergüenza te golpea más tarde, cuando repites la escena y tu cuerpo se tensa con horror retrospectivo.
Asociamos los dos porque a menudo interpretamos la incomodidad como vergonzosa, creyendo que revela nuestro verdadero yo. Pero si replanteas la incomodidad como un producto de la situación, no como un defecto personal, la vergüenza disminuye.
Desencadenantes comunes: lo incómodo de lo cotidiano
La incomodidad se manifiesta de innumerables maneras: obstruyendo el baño de un invitado, enviando accidentalmente un mensaje embarazoso a un chat grupal o el temido híbrido de abrazo y apretón de manos. Incluso las simples despedidas en las fiestas pueden resultar incómodas, ya que uno se pregunta si debe decir adiós y, de ser así, cómo.
La pequeña charla es otro desencadenante importante. Si bien sirve como una herramienta social, que indica civilidad, se vuelve incómodo cuando las señales no verbales no funcionan: la otra persona está distraída, mira hacia otro lado o está demasiado lejos.
El costo de evitar las molestias
Evitar la incomodidad tiene un costo. Perdemos una conexión genuina y evitamos conversaciones importantes. El duelo es un claro ejemplo: muchas personas evitan a quienes están de duelo porque temen decir algo incorrecto, dejando a los afligidos aislados.
Replantear la torpeza: un camino a seguir
El objetivo no debería ser eliminar por completo la incomodidad. Cierta incertidumbre es saludable y nos obliga a reflexionar antes de recurrir a scripts dañinos. Más bien, deberíamos cambiar la forma en que nos relacionamos con él.
Plakias sugiere:
- Admite abiertamente la incertidumbre: “No estoy seguro de lo que solemos hacer aquí. ¿Qué prefieres?”
- Aclare prioridades: Conozca su objetivo antes de involucrarse en situaciones potencialmente incómodas.
- Expóntete gradualmente: Cuanto más toleras la incomodidad sin provocar una catástrofe, menos poder tiene.
La torpeza no es una señal de fracaso; es una parte inevitable de la vida social. Reconocer esto puede liberarnos para afrontar momentos incómodos con más gracia y autenticidad.
